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Etapas de la piel y sus principales síntomas




La piel va cambiando con el paso de los años y de manera diferente según el estilo de vida, alimentación, sueño, trabajo, aficiones, tabaco, alcohol, estrés, radiación solar recibida, etc. Todos estos factores influyen de manera diferente en el envejecimiento progresivo, una faceta inevitable que sufre nuestra piel pero que puede ralentizarse con las medidas y cuidados oportunos.


De los 14 a 18 años
En la adolescencia tienen lugar los cambios hormonales que producen un aumento de la secreción sebácea, una mayor producción de grasa que modifica el estado de la piel.

De los 19 a 35 años
La juventud es una etapa estupenda en la que la piel conserva su elasticidad y tersura pero que debe cuidarse bien porque poco a poco, irán apareciendo las líneas de expresión y las arruguitas en la frente, surcos nasogenianos y contorno de ojos.

De los 36 a 50 años

En la edad adulta, comienza a disminuir la producción de colágeno y elastina, la dermis poco a poco va adelgazando, aumenta la pérdida de agua, se marcan las arrugas, el óvalo empieza a desdibujarse y el cuello pierde firmeza. La microcirculación se ralentiza y la piel va perdiendo luminosidad. Poco a poco los poros se hacen más visibles y la circulación linfática más lenta, dando lugar al hinchazón y a la aparición de bolsas bajo los ojos.

A partir de los 50 años
Con la menopausia, el cuerpo de la mujer sufre una disminución de los estrógenos y, como consecuencia, se ralentiza el metabolismo. En esta fase se produce una disminución y endurecimiento de las fibras de colágeno y elastina que pierden su función de soporte de la epidermis y provocan la flacidez y descolgamiento. La piel pierde grosor y se torna más seca. También comienzan a aparecer las manchas debido a que los melanocitos, que son las células encargadas del color, se desordenan.

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